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El potencial uso de plasma de pacientes que se han recuperado de la infección por COVID-19 (plasma convaleciente de COVID), ha sido recientemente planteado, como una de tantas alternativas de tratamiento, en pacientes críticamente enfermos.

La revista Journal of the American Medical Association (JAMA) del 27 de marzo, ha dedicado su editorial a esta modalidad terapéutica, en vista de la publicación preliminar de la experiencia en una serie de 5 pacientes críticamente enfermos por coronavirus, complicados por otras co-infecciones y con soporte vital avanzado, ingresados en el Shenzhen People’s Hospital, China (1).

En estos 5 pacientes, la administración de plasma de personas recuperados de COVID-19, en los cuales se demostró la presencia de anticuerpos específicos, tanto IgG como IgM,  se observó una recuperación progresiva de su condición clínica, dentro de la primera semana del inicio de tratamiento.

Estos pacientes venían recibiendo otras terapias, entre ellos fármacos antirretrovirales, sin embargo, los cambios clínicos más notorios se observaron después del inicio del hemoderivado, según refieren los autores.

El uso de plasma convaleciente no es novedoso, hay múltiples experiencias a lo largo de la historia, especialmente durante las epidemias por virus que han causado afecciones respiratorias, cabe mencionar la epidemia de influenza española durante el año 1918, más recientemente la epidemia de coronavirus del año 2003, que causó el síndrome de distress respiratorio agudo (SARS-COV) y luego durante el brote por MERS. Un metaanálisis publicado durante el año 2015 recogió la experiencia de los diferentes estudios de investigación realizados hasta la fecha, avalando la utilidad de la administración de plasma convaleciente para reducir la morbilidad y mortalidad en estas afecciones (2).

Esta herramienta terapéutica se fundamenta en la transmisión de inmunidad pasiva, lo cual podría ayudar a los pacientes más graves a combatir la infección. Una buena respuesta terapéutica al uso de plasma puede considerarse una antesala a la fabricación de inmunoglobulina hiperinmune, sin embargo, la producción a escala de este producto podría tardar meses, lo que convierte la administración de plasma en una especie de “terapia puente”.

La Asociación Americana de Bancos de Sangre (AABB, por sus siglas en inglés), plantea que se necesita más investigación para determinar si el plasma convaleciente acortará la duración, reducirá la morbilidad o evitará la muerte asociada con COVID-19, sin embargo, apoya las recientes resoluciones  de la Agencia de Drogas y Alimentos (FDA por sus siglas en inglés) a favor del uso del mismo (3), acotando que hay puntos clave a tener en cuenta en países como Estados Unidos, entre ellos:

• Durante un primer período, el plasma convaleciente de pacientes con COVID-19 (PCC) se recolectará bajo un protocolo maestro bien coordinado, aprobado por la FDA, para respaldar la administración de PCC, según los protocolos de aplicación de nuevos fármacos en investigación (eIND) de emergencia, o bajo la forma tradicional de fármacos aprobados por la FDA.

• El objetivo del enfoque regulatorio acelerado, sería ampliar la  comunidad de prácticas relacionadas con la recopilación, etiquetado y reporte de resultados de PCC, que aún se espera que requiera una cantidad significativa de coordinación entre hospitales y bancos de sangre.

• Es probable que los departamentos de salud pública y los hospitales impulsen la identificación y el reclutamiento de pacientes con COVID recuperados, en quienes además se debe identificar la presencia de anticuerpos específicos, para servir como donantes de PCC, pero los bancos de sangre serán los responsables de la calificación, recolección y el etiquetado de los donantes alogénicos, la seguridad del producto y la distribución del mismo.

Es importante mencionar, que la administración de plasma convaleciente se rige por la misma normativa de transfusión que otros hemoderivados como el plasma fresco congelado, concentrado globular, etc.

La pandemia por COVID-19, la falta de tratamientos específicos y el desborde de los servicios de salud han originado el uso de herramientas terapéuticas en investigación, o volver en el tiempo sobre las experiencias previas que han mostrado, en diferente medida, que pueden ser útiles con el menor riesgo.