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Anualmente el mundo pierde alrededor de 24.000 millones de toneladas de suelo fértil causado por diversos factores, tanto naturales como inducidos por el ser humano. La desertificación o degradación de la tierra, constituye uno de los elementos que impactan las condiciones naturales del planeta, ocasionando principalmente pérdidas de suelos fértiles y afectando las capacidades naturales del ecosistema, lo que disminuye la calidad de vida del hombre.

Las poblaciones que habitan en zonas afectadas por las consecuencias de la desertificación están experimentando la necesidad de cambiar su vida y forma de organización para que el acceso a recursos como el agua potable, pueda ser garantizado.

¿Qué es la desertificación?

La desertificación se refiere a la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, en donde predominan condiciones de sequedad extrema y cobertura vegetal reducida o casi ausente, cuya causa fundamental se basa en la actividad humana y en las variaciones climáticas que sufre naturalmente el planeta.

El fenómeno de la desertificación no se refiere al avance o incremento del área desértica existente en la Tierra, por el contrario, implica la pérdida de suelos fértiles y la incapacidad de los ecosistemas de cumplir con su función reguladora para suministrar los recursos para la existencia y sobrevivencia de la vida en el planeta.

¿Cómo se origina la desertificación?

Se trata de un proceso complejo porque, en términos generales, resulta difícil determinar una única causa de este fenómeno. La desertificación ocurre como resultado de la unión de diferentes factores, provocados tanto por el clima como por las diversas actividades del ser humano. Algunas de las causas de la desertificación son:

  • El clima semiárido, las sequías estacionales y las lluvias poco constantes.
  • Las tierras pobres y la erosión del suelo.
  • Los incendios forestales y deforestación.
  • Sobrepastoreo y malas prácticas de riego de los suelos.
  • Crisis del sector primario, éxodo rural y abandono de terrenos productivos.
  • Explotación irresponsable de los recursos hídricos y contaminación de los acuíferos.
  • Crecimiento urbano desordenado, sobre todo en zonas costeras.
  • Cultivo de suelos frágiles o expuestos a fenómenos de erosión hídrica y/o eólica.
  • La explotación excesiva de los recursos madereros, en particular, la leña.
  • El uso descontrolado del fuego para la regeneración de los pastos, la caza, los desbroces con fines agrícolas y la resolución de ciertos conflictos sociales.
  • Las técnicas de cultivo que destruyen la estructura del suelo y en particular el uso de maquinaria agrícola poco adecuada.

Por otro lado, el cambio climático: calentamiento global, también afecta al contenido orgánico de los suelos. Esto provoca una disminución en el carbono que contienen de manera natural, afectando sus propiedades físicas, químicas y biológicas.

¿En qué forma nos impacta la desertificación?

La desertificación forma parte de los factores principales que afectan la conservación del planeta. Sus efectos se relacionan con la pobreza, el medioambiente, la sostenibilidad y la estabilidad socioeconómica. A continuación, algunas de las principales consecuencias de la desertificación:

  • Pérdida de especies animales y vegetales, suelos fértiles productivos y de ecosistemas.
  • Disminución de la producción agrícola, ganadera e inseguridad alimentaria.
  • Alteración de los recursos naturales.
  • Intensificación de las consecuencias del cambio climático.
  • Impacto sobre el desarrollo sostenible y la calidad de vida.

Cuanto más subdesarrollado sea el país y más pobre su población, más graves serán las consecuencias de los efectos de la desertificación, que pueden llegar incluso a hipotecar el futuro del país. Cuanto más difíciles sean las condiciones naturales, especialmente las climáticas, más crítica será la situación.

Soluciones que podemos aplicar para prever la desertificación

La prevención eficaz de la desertificación requiere que, tanto a nivel local como a gran escala, se promuevan la sostenibilidad de los recursos del ecosistema, a través de actividades que promuevan una cultura de prevención y protección de estos. De esta forma y apoyándonos en un estilo de vida sostenible, podemos proteger las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas de iniciar la desertificación o de su continuación, si es que ya el fenómeno empezó.

¿Qué podemos hacer para prever la desertificación?

  • Reforestar y regenerar especies arbóreas.
  • Mejorar de la gestión del agua, a través del ahorro, la reutilización de las aguas depuradas, el almacenamiento del agua de lluvia, o la desalinización.
  • Mantener el suelo mediante el uso de vallas para frenar el avance de las dunas, y crear barreras arbóreas para proteger frente a la erosión eólica.
  • Enriquecer y fertilizar el suelo a través de la regeneración de la cubierta vegetal.
  • Permitir el desarrollo de los brotes de especies arbóreas nativas con la poda selectiva.
  • Optar por medios de subsistencia alternativos que no dependan de usos tradicionales de la tierra y sean menos exigentes en el uso de la tierra y de los recursos naturales locales y que, a su vez, proporcionen un ingreso sostenible.
  • El crecimiento urbano, cuando se lleva a cabo con el adecuado planeamiento y suministro de servicios, infraestructura e instalaciones puede ser un factor fundamental para aliviar las presiones que causan la desertificación de las tierras secas.

Es momento de tomar acciones en contra de la desertificación

En el último cuarto de siglo, ha aumentado la propensión a la desertificación en el mundo y se prevé que, como consecuencia del cambio climático, las sequías y desertificaciones afectarán a más zonas, con mayor intensidad. Los efectos a largo plazo de la sequía prolongada en los ecosistemas son profundos y aceleran la degradación del suelo y la desertificación lo que, entre otras consecuencias, conlleva el empobrecimiento y el riesgo de que se produzcan conflictos locales por el control de los recursos hídricos y las tierras productivas.

Es difícil evitar la desertificación, pero sí se pueden mitigar sus efectos. Dado que la sequía rara vez respeta las fronteras nacionales, esta exige una respuesta colectiva. El precio de estar preparados es mínimo en comparación con el costo del socorro de emergencia. Así pues, en lugar de concentrarnos en gestionar las crisis, es necesario dar prioridad a la preparación para los eventos que resultan del fenómeno de la desertificación a través de medidas sostenibles, alineadas a los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, propuestos por la ONU. La gestión sostenible de la tierra es asunto de todos. 

Juntos, podemos restaurar la productividad de más de 2000 millones de hectáreas de tierras degradadas y mejorar los medios de vida de más de 1300 millones de personas en todo el mundo