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Actualmente se han dado profundos cambios en el comportamiento de las sociedades llevándonos a tener un estilo de vida sedentario, sobre todo en los últimos meses por la emergencia epidemiológica que vivimos, el hipertenso no es la excepción.

Se estima que un niño de hoy en día gasta 600 kcal/día (equivalentes a trotar durante 60 min) menos en actividad física que un niño hace 50 años atrás. Más de la mitad de la población en general, no realiza ningún tipo de actividad física, lo cual refuerza la idea de que la actividad física no se considera como un factor que influye positivamente la salud.

A mayor tiempo e intensidad de la actividad física acumulada, menor riesgo de morir por causas cardiovasculares

Tanto en individuos sanos como en individuos con enfermedad cardiovascular preexistente, la actividad física e intensidad de la misma proporciona protección ante la enfermedad cardiovascular.

De esta forma, es importante diferenciar lo que representa la actividad física,  el ejercicio físico y  el deporte, todos ellos útiles, pero  con diferente nivel de impacto cardiovascular:

Actividad física: movimiento corporal que se caracteriza por contracción del músculo esquelético y que aumenta el gasto de energía.

Ejercicio físico: movimientos corporales planificados, estructurados y repetitivos con un objetivo específico.

Deportes: una actividad que requiere complejidad de capacidades físicas y ejercicio físico vigoroso

La terapia con ejercicio físico esta presenta en las principales recomendaciones para el tratamiento de la enfermedad cardiovascular, y también se ha descrito el beneficio en  múltiples factores de riesgo, como hipertensión, dislipidemia, resistencia a la insulina, obesidad, etc. En la hipertensión arterial (HTA), en particular, la terapia farmacológica no es lo que garantiza exclusivamente la reducción de la mortalidad cardiovascular.

Cambios que ocasiona el ejercicio en nuestro cuerpo durante su ejecución

La respuesta fisiológica (normal) al esfuerzo depende de las características del ejercicio, de las condiciones de la persona y del medio ambiente. Esa respuesta al esfuerzo, genera estrés para el organismo, el cual puede ser más o menos intenso. El ejercicio siempre conduce a una alteración de la función orgánica de forma transitoria, produciendo radicales libres (sustancias tóxicas), pero debido a los múltiples mecanismos de adaptación adquiridos para neutralizar estos agentes, se conducirá a un mejor rendimiento físico a futuro.

Normalmente, durante el ejercicio se produce un aumento del trabajo cardiovascular, ya que el corazón debe bombear sangre a los músculos que se encuentran en movimiento y contracción. Este trabajo cardiovascular se hace mayor ya que la contracción muscular hace resistencia a la entrada de sangre a estos tejidos, especialmente al músculo. Esta respuesta cardiovascular se debe a mecanismos neurológicos y hormonales, y en una primera etapa del esfuerzo físico se da por aumento del ácido láctico y en una segunda etapa por aumento de la frecuencia cardíaca (latidos del corazón por minuto). En algunos casos,  si el ejercicio físico es aplicado incorrectamente puede ocasionar elevación importante de la presión arterial  durante repeticiones con alta intensidad, por lo cual es muy importante la orientación de un profesional.

Cambios y beneficios a pocas horas luego del ejercicio

Existe un fenómeno llamado efecto hipotensor post-ejercicio, el cual es la reducción aguda de la presión arterial que se produce en minutos u horas posteriores a la práctica física, el cual puede ocurrir en sujetos hipertensos y en aquellos que están en riesgo de serlo (prehipertensos). En individuos normotensos, es decir con la tensión normal,  también puede ocurrir, sin embargo con menor magnitud que en pacientes hipertensos. Este efecto hipotensor post-ejercicio puede durar hasta aproximadamente 22 horas después del ejercicio. El  principal mecanismo relacionado con este cambio de presión arterial post-ejercicio se plantea por disminución de la  actividad simpática (actividad que nos mantiene en alerta), por reducción de sustancias vasoconstrictoras (como la angiotensina II, la adenosina y la endotelina) que elevan la presión arterial, lo cual conducirá  a la relajación de los vasos sanguíneos. También existe un efecto vasodilatador (dilatación por relajación de las arterias) de otras sustancias (prostaglandinas y óxido nítrico), liberadas durante el ejercicio, que finalmente inducirán un beneficioso descenso de la presión arterial.

Este descenso de la presión arterial asociada al ejercicio,  tiene una gran importancia clínica especialmente en pacientes hipertensos, ya que puede actuar como un agente que disminuye las cifras tensionales sin ser un medicamento. Sin embargo, varios aspectos están por definirse, ya que existen variables que pueden influir y hacer que esa respuesta sea diferente, como la edad,  el tipo de ejercicio, etnia y condición física. Aquella sesión de ejercicios con menor intensidad y larga duración, puede causar los mismos resultados que una sesión de alta intensidad y corta duración. En cuanto al tipo de ejercicio, hay indicios que plantean que protocolos intermitentes y que utilizan mayor masa muscular, pueden producir un descenso de la presión arterial más intensa.

Características de una rutina de ejercicios saludables  para un paciente hipertenso

El régimen de rutina de cada paciente hipertenso debe estar bien definido y personalizado con el fin de optimizar el beneficio del ejercicio, garantizando la máxima seguridad durante su ejecución. Estas rutinas deben contemplar:

  1. Frecuencia: en la mayoría, preferiblemente todos días de la semana.
  2. Intensidad: baja intensidad (caminata, caminata a un paso rápido) o moderada, calculada en base a la frecuencia cardiaca, es decir 55% a 79% de su frecuencia cardiaca máxima (FCM). El cálculo de la FCM se da restando a 200 la edad (ejemplo: 200 – 50 años= 150 latidos por minuto es la FCM). En este caso si queremos calcular los rangos de su FCM para un ejercicio de moderada intensidad (entre 55% y 79% de la FCM),  en una persona de 50 años, esta debería manejar frecuencia cardiaca entre 83 y 118 latidos por minuto, durante el ejercicio. Otra manera de calcularlos mediante la capacidad aeróbica o consumo de oxígeno, la cual debe ser entre 40-70% de su capacidad, en busca de maximizar los beneficios y minimizar los posibles efectos adversos de las intensidades más vigorosas.
  3. Duración: 30 minutos o más de actividad continua o intermitente (3×10 min) acumulado por día, máximo 60 minutos diarios.
  4. Tipo: principalmente actividad física de resistencia, complementado con entrenamiento de fuerza muscular. Ejercicio aeróbico: ciclismo, caminata y natación; ejercicio de resistencia: levantamiento de pesas. Las máquinas preferiblemente deben ser seguras y fáciles de usar.
  5. Momento del día: en aquellas personas que presenten elevaciones de la presión arterial durante la noche o madrugada, una rutina vespertina les será más beneficiosa, mientras que aquellas personas que no logren el control de sus cifras durante las horas del día podrían practicar una rutina matutina.

Deben tenerse en cuenta las preferencias individuales, y así alcanzar la máxima aceptación y adherencia a largo plazo.

Estas sugerencias están enmarcadas en un análisis de todas las variables que aporta la evidencia. Cada paciente debe tener un enfoque individualizado para obtener los máximos beneficios según la orientación de su médico tratante.

Referencias:

Ruivo j, Alcântara p. Hipertensão arterial e exercício físico. Revista Portuguesa Cardiología. 2012; 31(2):151—158

Moraga C. Prescripción de ejercicio en pacientes con hipertensión arterial. Revista Costarricense de Cardiología. 2008 Enero-Diciembre, Volumen 10, No. 1-2

Enlace del artículo: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0870255111001107?via%3Dihub

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